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Los Jueces - Sanson - La Biblia 20/11/2024
"Los israelitas volvieron a hacer
lo que desagradaba a Yahveh y Yahveh los entregó a merced de los filisteos
durante cuarenta años.
Había un hombre en Sorá, de la tribu de Dan, llamado Manóaj.
Su mujer era estéril y no había tenido hijos.
El ángel de Yahveh se apareció a esta mujer y le dijo: "Bien sabes que eres
estéril y que no has tenido hijos, pero concebirás y darás a luz un hijo. En
adelante guárdate de beber vino ni bebida fermentada y no comas nada impuro.
Porque vas a concebir y a dar a luz un hijo.
No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño será nazir de Dios desde el
seno de su madre.
El comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos".
La mujer fue a decírselo a su marido: "Un hombre de Dios ha venido donde mí; su
aspecto era como el del Ángel de Dios, muy terrible. No le he preguntado de
dónde venía ni él me ha manifestado su nombre. Pero me ha dicho: "Vas a concebir
y a dar a luz un hijo. En adelante no bebas vino ni bebida fermentada y no comas
nada impuro, porque el niño será nazir de Dios desde el seno de su madre hasta
el día de su muerte".
Manóaj invocó a Yahveh y dijo: "Te ruego, Señor, que el hombre de Dios que has
enviado venga otra vez donde nosotros y nos enseñe lo que hemos de hacer con el
niño cuando nazca".
Dios escuchó a Manóaj y el Ángel de Dios vino otra vez donde la mujer cuando
estaba sentada en el campo.
Manóaj, su marido, no estaba con ella. La mujer corrió enseguida a informar a su
marido y le dijo: "Mira, se me ha aparecido el hombre que vino donde mí el otro
día".
Manóaj se levantó y, siguiendo a su mujer, llegó donde el hombre y le dijo:
"¿Eres tú el que has hablado con esta mujer?". El respondió: "Yo soy". Le dijo
Manóaj: "Cuando tu palabra se cumpla ¿cuál deberá ser la norma del niño y su
conducta?". El Ángel de Yahveh repondió a Manóaj: "Deberá abstenerse él de todo
lo que indiqué a esta mujer. No probará nada de lo que procede de la viña, no
beberá vino ni bebida fermentada, no comerá nada impuro y observará todo lo que
yo le he mandado". Manóaj dijo entonces al Ángel de Yahveh: "Permítenos
retenerte y prepararte un cabrito". Pero el Ángel de Yahveh dijo a Manóaj:
"Aunque me obligues a quedarme no probaré tu comida. Pero si quieres preparar un
holocausto, ofréceselo a Yahveh". Porque Manóaj no sabía que era el Ángel de
Yahveh. Manóaj dijo entonces al Ángel de Yahveh: "¿Cuál es tu nombre para que,
cuando se cumpla tu palabra, te podamos honrar?". El Ángel de Yahveh le
respondió: "¿Por qué me preguntas el nombre, si es maravilloso?".
Manóaj tomó el cabrito y la oblación y lo ofreció en holocausto, sobre la roca,
a Yahveh, que obra maravillas.
Manóaj y su mujer estaban mirando.
Cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el Ángel de Yahveh subía en la
llama. Manóaj y su mujer lo estaban viendo y cayeron rostro en tierra.
Al desaparecer el Ángel de Yahveh de la vista de Manóaj y su mujer, Manóaj se
dio cuenta de que era el Ángel de Yahveh. Y dijo Manóaj a su mujer: "Seguro que
vamos a morir, porque hemos visto a Dios". Su mujer le respondió: "Si Yahveh
hubiera querido matarnos no habría aceptado de nuestra mano el holocausto ni la
oblación, no nos habría mostrado todas estas cosas ni precisamente ahora nos
habría hecho oír esto".
La mujer dio a luz un hijo y le llamó Sansón.
El niño creció y Yahveh le bendijo. Y el espíritu de Yahveh comenzó a excitarle
en el Campamento de Dan, entre Sorá y Estaol." (Jueces 13:1-25)
Sansón tiene un origen directamente digitado por Dios, que lo crea
especialmente, y con características propias; su enorme fuerza se basa en que no
se le había cortado el cabello desde su nacimiento.
Sansón fue uno más de los Jueces de esa época.
Y continúa el relato
"Sansón bajó a Timná y se fijó en
Timná en una mujer entre las hijas de los filisteos.
Subió y se lo dijo a su padre y a su madre: "He visto en Timná una mujer de
entre las hijas de los filisteos: tomádmela para esposa". Su padre y su madre le
dijeron: "¿No hay ninguna mujer entre las hijas de tus hermanos y en todo mi
pueblo, para que vayas a tomar mujer entre esos filisteos incircuncisos?". Pero
Sansón respondió a su padre: "Toma a ésa para mí, porque esa es la que me
gusta".
Su padre y su madre no sabían que esto venía de Yahveh, que buscaba un pretexto
contra los filisteos, pues por aquel tiempo los filisteos dominaban a Israel.
Sansón bajó a Timná y al llegar a las viñas de Timná, vio un leoncillo que venía
rugiendo a su encuentro. El espíritu de Yahveh le invadió, y sin tener nada en
la mano, Sansón despedazó al león como se despedaza un cabrito; pero no contó ni
a su padre ni a su madre lo que había hecho. Bajó y habló con la mujer, la cual
le agradó.
Algún tiempo después, volvió Sansón para casarse con ella. Dio un rodeo para ver
el cadáver del león y he aquí que en el cuerpo del león había un enjambre de
abejas con miel. La recogió en su mano y según caminaba la iba comiendo. Cuando
llegó donde su padre y su madre les dio miel y comieron, pero no les dijo que la
había cogido del cadáver del león. Su padre bajó donde la mujer y Sansón hizo
allí un banquete, pues así suelen hacer los jóvenes. Pero, al verle, eligieron
treinta compañeros para que estuvieran con él. Sansón les dijo: "Os voy a
proponer una adivinanza. Si me dais la solución dentro de los siete días de la
fiesta y acertáis, os daré treinta túnicas y treinta mudas. Pero si no podéis
darme la solución, entonces me daréis vosotros treinta túnicas y treinta mudas".
Ellos le dijeron: "Propón tu adivinanza, que te escuchamos". El les dijo: "Del
que come salió comida, y del fuerte salió dulzura".
A los tres días aún no habían acertado la adivinanza. Al cuarto día dijeron a la
mujer de Sansón: "Convence a tu marido para que nos explique la adivinanza. Si
no, te quemaremos a ti y a la casa de tu padre. ¿O es que nos habéis invitado
para robarnos?". La mujer de Sansón se puso a llorar sobre él, y dijo: "Tú me
odias y no me amas. Has propuesto una adivinanza a los hijos de mi pueblo y a mí
no me la has explicado". El le respondió: "Ni a mi padre ni a mi madre se la he
explicado ¿y te la voy a explicar a ti?". Ella estuvo llorando encima de él los
siete días que duró la fiesta. Por fin el séptimo día se la explicó, porque lo
tenía asediado y ella explicó la adivinanza a los hijos de su pueblo. El séptimo
día, antes que entrara en la alcoba, la gente de la ciudad dijo a Sansón: "¿Qué
hay más dulce que la miel, y qué más fuerte que el león?". El les respondió: "Si
no hubierais arado con mi novilla, no habríais acertado mi adivinanza". Luego el
espíritu de Yahveh le invadió, bajó a Ascalón y mató allí a treinta hombres,
tomó sus despojos y entregó las mudas a los acertantes de la adivinanza; luego,
encendido en cólera, subió a la casa de su padre.
La mujer de Sansón pasó a ser de un compañero suyo, el que había sido su amigo
de confianza. " (Jueces 14:1-20)
Percibimos en Sansón a una persona engreída, pedante… no es un ejemplo a seguir, no se comporta correctamente como podía esperarse de alguien que había recibido un don directamente de Dios. ¿Por qué Dios pone dones tan grandes en alguien que no lo vale? Sigamos con la historia.
"Algún tiempo después, por los días
de la siega del trigo, fue Sansón a visitar a su mujer llevando un cabrito y
dijo: "Quiero llegarme a mi mujer, en la alcoba". Pero el padre de ella no le
dejó entrar. Y le dijo: "Yo pensé que ya no la querías y se la di a tu
compañero. ¿No vale más su hermana menor? Sea tuya en lugar de la otra". Sansón
les replicó: "Esta vez no tengo culpa con los con los filisteos si les hago
daño".
Se fue Sansón, y cazó trescientas zorras; cogió unas teas y, juntando a los
animales cola con cola, puso una tea en medio entre las dos colas. Prendió fuego
a las teas y luego, soltando las zorras por las mieses de los filisteos,
incendió las gavillas y el trigo todavía en pie y hasta las viñas y olivares.
Los filisteos preguntaron: "¿Quién ha hecho esto?". Y les respondieron: "Sansón,
el yerno del timnita, porque éste tomó a su mujer y se la dio a su compañero".
Entonces los filisteos subieron y quemaron a aquella mujer y la casa de su
padre.
Sansón les dijo: "Ya que os portáis así no he de parar hasta vengarme de
vosotros". Y les midió las costillas causándoles un gran estrago.
Después bajó a la gruta de la roca de Etam y se quedó allí.
Los filisteos subieron a acampar en Judá e hicieron una incursión por Lejí. Y
les dijeron los hombres de Judá: "¿Por qué habéis subido contra nosotros?".
Respondieron: "Hemos subido para amarrar a Sansón, para hacer con él lo que él
ha hecho con nosotros". 3.000 hombres de Judá bajaron a la gruta de la roca de
Etam y dijeron a Sansón: "¿No sabes que los filisteos nos están dominando? ¿Qué
nos has hecho?". El les respondió: "Como me trataron a mí, les he tratado yo a
ellos". Ellos le dijeron: "Hemos bajado para amarrarte y entregarte en manos de
los filisteos". Sansón les dijo: "Juradme que no me vais a matar vosotros
mismos". Le respondieron: "No; sólo queremos amarrarte y entregarte, no te
mataremos". Lo amarraron, pues, con dos cordeles nuevos y lo sacaron de entre
las rocas.
Cuando llegaba a Lejí y los filisteos corrían a su encuentro, con gritos de
triunfo, el espíritu de Yahveh vino sobre él: los cordeles que sujetaban sus
brazos fueron como hilos de lino que se queman al fuego y las ligaduras se
deshicieron entre sus manos. Encontró una quijada de asno todavía fresca, alargó
la mano, la cogió y mató con ella a mil hombres.
Sansón dijo entonces: "Con quijada de asno los amontoné. Con quijada de asno, a
mil hombres sacudí".
Cuando terminó de hablar, tiró la quijada: por eso se llamó aquel lugar Ramat
Lejí. Entonces sintió una sed terrible e invocó a Yahveh diciendo: "Tú has
logrado esta gran victoria por mano de tu siervo y ahora ¿voy a morir de sed y a
caer en manos de los incircuncisos?". Entonces Dios hendió la cavidad que hay en
Lejí y brotó agua de ella. Sansón bebió, recobró su espíritu y se reanimó. Por
eso se dio el nombre de En Haccoré a la fuente que existe todavía hoy en Lejí.
Sansón fue juez en Israel en la época de los filisteos por espacio de veinte
años. " (Jueces 15:1-20)
Sansón, a pesar de sus acciones que están lejos de ser justas, continúa
recibiendo apoyo de Dios, quien le da agua, le entrega a sus enemigos…
Este hombre debió convertirse en muy poco tiempo en casi una leyenda viviente,
y, probablemente, lo que pensamos ahora ya lo pensarían sus contemporáneos:
"¿cómo este bendecido por Dios no es santo? Esto no puede terminar bien, Dios lo
va a castigar por haber hecho mal uso de sus dones".
Y sí…
Exactamente…
La idea es, justamente, "no se crean que porque son míos no los voy a
reprender", "Dios no sólo castiga a los de afuera sino que también castiga a los
propios, no importa cuán cercanos hayan sido", y sino recordemos lo ocurrido con
Moisés.
O el diluvio.
Además, la forma en que Sansón concluye sus días es ejemplificadora. Le sacan
los ojos, lo llevan a la cárcel y lo encadenan a una muela (para moler) donde
estaba condenado a girar y girar sin llegar, obviamente, a ninguna parte. Los
ojos están asociados a lo sensual, y él había tenido debilidad por las mujeres,
de hecho fueron su perdición, y su vida no habría tenido gran sentido. Y así
termina sus días: ciego y sin sentido. No pudo ver lo que tenía que hacer, su
misión, y al no verlo su existencia careció de sentido, toda una metáfora.
Termina.
"De allí Sansón se dirigió a Gaza,
vio allí una meretriz y entró donde ella. Se dio aviso a los hombres de Gaza:
"Ha venido Sansón". Ellos le rodearon y le estuvieron acechando a la puerta de
la ciudad.
Estuvieron quietos toda la noche pensando: "Esperemos hasta que despunte el día
y lo mataremos".
Sansón estuvo durmiendo hasta media noche; y a media noche se levantó, cogió las
hojas de la puerta de la ciudad con sus dos jambas, las arrancó junto con la
barra, se las cargó a la espalda, y las subió hasta la cumbre del monte que está
frente a Hebrón. Después de esto, se enamoró de una mujer de la vaguada de Soreq,
que se llamaba Dalila.
Los tiranos de los filisteos subieron donde ella y le dijeron: "Sonsácale y
entérate de dónde le viene esa fuerza tan enorme, y cómo podríamos dominarlo
para amarrarlo y tenerlo sujeto. Nosotros te daremos cada uno 1.100 siclos de
plata".
Dalila dijo a Sansón: "Dime, por favor, ¿de dónde te viene esa fuerza tan grande
y con qué habría que atarte para tenerte sujeto?". Sansón le respondió: "Si me
amarraran con siete cuerdas de arco todavía frescas, sin dejarlas secar, me
debilitaría y sería como un hombre cualquiera".
Los tiranos de los filisteos llevaron a Dalila siete cuerdas de arco frescas,
sin secar aún, y lo amarró con ellas.
Tenía ella hombres apostados en la alcoba y le gritó: "Los filisteos contra ti,
Sansón".
El rompió las cuerdas de arco como se rompe el hilo de estopa en cuanto siente
el fuego. Así no se descubrió el secreto de la fuerza. Entonces Dalila dijo a
Sansón: "Te has reído de mí y me has dicho mentiras; dime pues, por favor, con
qué habría que atarte". Él le respondió: "Si me amarraran bien con cordeles
nuevos sin usar, me debilitaría y sería como un hombre cualquiera". Dalila cogió
unos cordeles nuevos, lo amarró con ellos y le gritó: "Los filisteos contra ti,
Sansón". Tenía ella hombres apostados en la alcoba, pero él rompió los cordeles
de sus brazos como un hilo. Entonces Dalila dijo a Sansón: "Hasta ahora te has
estado burlando de mí y no me has dicho más que mentiras. Dime con qué habría de
amarrarte". Él le respondió: "Si tejieras las siete trenzas de mi cabellera con
la trama y las clavaras con la clavija del tejedor, me debilitaría y sería como
un hombre cualquiera". Ella le hizo dormir, tejió luego las siete trenzas de su
cabellera con la trama, las clavó con la clavija y le gritó: "Los filisteos
contra ti, Sansón". Él se despertó de su sueño y arrancó la trama y la clavija.
Así no se descubrió el secreto de su fuerza.
Dalila le dijo: "¿Cómo puedes decir: "Te amo ", si tu corazón no está conmigo?
Tres veces te has reído ya de mí y no me has dicho en qué consiste esa fuerza
tan grande".
Como todos los días le asediaba con sus palabras y le importunaba, aburrido de
la vida, le abrió todo su corazón y le dijo: "La navaja no ha pasado jamás por
mi cabeza, porque soy nazir de Dios desde el vientre de mi madre. Si me
rasuraran, mi fuerza se retiraría de mí, me debilitaría y sería como un hombre
cualquiera".
Dalila comprendió entonces que le había abierto todo su corazón, mandó llamar a
los tiranos de los filisteos y les dijo: "Venid esta vez, pues me ha abierto
todo su corazón". Y los tiranos de los filisteos vinieron donde ella con el
dinero en la mano.
Ella hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le cortó
las siete trenzas de su cabeza. Entonces ella comenzó a humillarlo, y se retiró
de él su vigor. Ella gritó: "Los filisteos contra ti, Sansón". Él se despertó de
su sueño y se dijo: "Saldré como las otras veces y me desembarazaré". No sabía
que Yahveh se había apartado de él.
Los filisteos le echaron mano, le sacaron los ojos, y lo bajaron a Gaza. Allí lo
ataron con una doble cadena de bronce y daba vueltas a la muela en la cárcel.
Pero el pelo de su cabeza, nada más rapado, empezó a crecer.
Los tiranos de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su
dios Dagón y hacer gran fiesta. Decían: "Nuestro dios ha puesto en nuestras
manos a Sansón nuestro enemigo".
En cuanto lo vio la gente, alababa a su dios diciendo: "Nuestro dios ha puesto
en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo, al que devastaba nuestro país y
multiplicaba nuestras víctimas". Y como su corazón estaba alegre, dijeron:
"Llamad a Sansón para que nos divierta". Trajeron, pues, a Sansón de la cárcel,
y él les estuvo divirtiendo; luego lo pusieron de pie entre las columnas. Sansón
dijo entonces al muchacho que lo llevaba de la mano: "Ponme donde pueda tocar
las columnas en las que descansa la casa para que me apoye en ellas".
La casa estaba llena de hombres y mujeres. Estaban dentro todos los tiranos de
los filisteos y, en el terrado, unos 3.000 hombres y mujeres contemplando los
juegos de Sansón. Sansón invocó a Yahveh y exclamó: "Señor Yahveh, dígnate
acordarte de mí, hazme fuerte nada más que esta vez, oh Dios, para que de un
golpe me vengue de los filisteos por mis dos ojos". Y Sansón palpó las dos
columnas centrales sobre las que descansaba la casa, se apoyó contra ellas, en
una con su brazo derecho, en la otra con el izquierdo, y gritó: "¡Muera yo con
los filisteos!" Apretó con todas sus fuerzas y la casa se derrumbó sobre los
tiranos y sobre toda la gente allí reunida.
Los muertos que mató al morir fueron más que los que había matado en vida.
Sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron y se lo llevaron. Lo subieron y
sepultaron entre Sorá y Estaol, en el sepulcro de su padre Manóaj.
Había juzgado a Israel por espacio de veinte años." (Jueces 15:1-31)
***
En esa época un hombre que vivía en la montaña de Efraim, toma una segunda
mujer, y la primera, se enoja con él por eso y vuelve con su padre en Belén de
Judá . El hombre, su marido, decide ir a buscarla y "hablarle al corazón" para
convencerla de que regrese. Cuando el padre de ella lo ve llegar sale a su
encuentro contento y le ofrece su casa. El hombre había ido a buscar a su
primera esposa, quien al verlo accede a volver con él y, luego de un par de
días, emprenden el regreso.
Debido a que no quieren detenerse en ninguna ciudad que no perteneciera a una de
las tribus de Israel, terminan parando en Guibeá de la tribu de Benjamín.
"Se desviaron hacia allí y fueron a
pasar la noche en Guibeá.
El levita entró y se sentó en la plaza de la ciudad, pero no hubo nadie que les
ofreciera casa donde pasar la noche.
Llegó un viejo que volvía por la tarde de sus faenas del campo. Era un hombre de
la montaña de Efraím que residía como forastero en Guibeá; mientras que la gente
del lugar era benjaminita. Alzando los ojos, se fijó en el viajero que estaba en
la plaza de la ciudad, y el anciano le dijo: "¿A dónde vas y de dónde vienes?".
Y el otro le respondió: "Estamos de paso, venimos de Belén de Judá y vamos hasta
los confines de la montaña de Efraím, de donde soy. Fui a Belén de Judá y ahora
vuelvo a mi casa, pero nadie me ha ofrecido su casa. Y eso que tenemos paja y
forraje para nuestros asnos, y pan y vino para mí, para tu sierva y para el
joven que acompaña a tu siervo. No nos falta de nada". El viejo le dijo: "La paz
sea contigo; yo proveeré a todas tus necesidades; pero no pases la noche en la
plaza".
Le llevó, pues, a su casa y echó pienso a los asnos. Y ellos se lavaron los
pies, comieron y bebieron.
Mientras alegraban su corazón, los hombres de la ciudad, gente malvada, cercaron
la casa y golpeando la puerta le dijeron al viejo, dueño de la casa: "Haz salir
al hombre que ha entrado en tu casa para que lo conozcamos". El dueño de la casa
salió donde ellos y les dijo: "No, hermanos míos; no os portéis mal. Puesto que
este hombre ha entrado en mi casa no cometáis esa infamia. Aquí está mi hija,
que es doncella. Os la entregaré. Abusad de ella y haced con ella lo que os
parezca; pero no cometáis con este hombre semejante infamia". Pero aquellos
hombres no quisieron escucharle. Entonces el hombre tomó a su concubina y se la
sacó fuera. Ellos la conocieron, la maltrataron toda la noche hasta la mañana y
la dejaron al amanecer." (Jueces 19:15-25)
Aquí observamos otra vez el nivel de degradación que antes se había apoderado
de Sodoma y Gomorra. Es evidente que había una tendencia importante a caer en
determinadas costumbres en extremo bárbaras. Y esta ciudad, en donde ocurren los
hechos, era una ciudad de una de las tribus de Israel, en la Tierra Prometida.
Era la tribu de Benjamín.
En ese momento no había en el pueblo de Israel ningún rey que los dirigiera y
cada uno hacía lo que quería.
Este hombre al ver las condiciones en que había quedado su esposa la mata.
(¿¡…!?) ¡La mata! Con esta reacción, se puede ver el nivel de esa gente, aún de
los que parecían buenos. A continuación, la muestra a todas las otras tribus
para que constataran en qué había caído la gente de Guibeá.
Cuando el resto de los israelitas ven lo que había sucedido en Guibeá organizan
una campaña militar para arrasarla. El problema era que no se decidían a hacerlo
debido a que Guibeá era una de sus ciudades y pertenecía a la tribu de Benjamín.
Pero Dios les dice que vayan de todas maneras.
Ese día, la tribu de Benjamín estuvo a punto de desaparecer de entre las tribus
de Israel.
No deseo relatarles lo que ocurrió en esa contienda, ya hemos visto demasiadas
atrocidades, ésa no es la idea. No es necesario detallar qué clase de individuos
vivían allí ni qué tipo de costumbres eran las de esa época en ese lugar.
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